quarta-feira, novembro 22, 2006

GRAN TRAGEDIA DEL PUEBLO UCRANIO

Ucrania perdió su libertad a manos de la expansión rusa en el siglo XVIII. Recobrada su independencia en el año 1918 y dentro de continuas luchas con los vecinos que la acechaban, fue reconocida por la República Argentina y numerosos países del mundo.

Durante un largo período el territorio de Ucrania estuvo convertido en un gran campo de batalla: el Ejército Nacional Ucranio, bandas de irregulares, el ejército rojo, fuerzas zaristas, el ejército polaco, formaciones alemanas, austro-húngaras, rumanas y aún fuerzas expedicionarias francesas, actuaban a lo largo y lo ancho del país.

En Rusia triunfa el comunismo bolchevique con su líder Vladimir Ilich Lenin. Este dispone la ocupación militar de Ucrania, la conformación de un gobierno títere y ya en 1922 su incorporación a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Pero uno de los primeros pasos de los bolcheviques consistió en recuperar la producción de la tierra ucrania, tradicionalmente llamada “el granero de Europa”, e imponen con ese fin, la abolición de la propiedad privada y la constitución de granjas colectivas.

El campesinado ucranio, ancestral productor de los bienes de la tierra, presenta firme oposición, llegando a ocurrir ocasionales enfrentamientos armados, que son drásticamente sofocados.

La política de Lenin

Para aniquilar la tenaz resistencia al dominio bolchevique, Lenin pone en marcha la Nueva Política Económica (NEP). Se suspenden las confiscaciones de granos y se permite al campesino comercializar en mercados públicos.

El impacto es fuerte, porque el 80% de la población está compuesta por el campesinado.

Esperando obtener mayor apoyo, Lenin tolera el renacimiento nacional ucranio, que venía gestándose desde la revolución de 1917.

Miles de parroquias de lengua ucraniana surgen en todo el país. Es la primera vez, desde el siglo XVII que la Iglesia Ortodoxa Ucrania, restablece su independencia del Patriarcado de Moscú.

En las artes, la vanguardia floreciente se modela de acuerdo a la cultura occidental y no a la cultura rusa.

Abundan los círculos literarios, los poetas y escritores crean una literatura propiamente ucrania.

Primer hambruna

Causas climáticas y la desastrosa administración de las incipientes granjas colectivas conducen a que en los años 1921-23, entre 1,5 a 2 millones de ciudadanos del sur de Ucrania, mueran por la falta de alimentos y por epidemias conexas.

Pero lo trágicamente paradojal fue, que en el resto de Ucrania la cosecha resultó abundante y sirvió en gran medida para ser exportada a otros países europeos y para paliar el desabastecimiento en regiones afectadas de Rusia.

La tenebrosa era de Stalin

En 1924 muere Lenin, el creador del bolchevismo; su sucesor natural León Trotski enferma y es sustituido por Josyf Stalin. Éste maniobra, eliminando sucesivamente a los partidarios y finalmente al mismo Trotski.

Stalin observa con creciente alarma, la pérdida de la influencia rusa en Ucrania.

El más importante escritor comunista Mykola Khvylovyj, lanza un slogan peligroso: ”Lejos de Moscú”. Hasta Mykola Skrypnyk, el líder del partido comunista ucranio, concibe a la Unión Soviética como un símil de la Liga de las Naciones y lucha por mayor autonomía cultural y política, como medio para atraer a los ucranios hacia el comunismo.

El historiador James E. Mace de la Universidad de Harvard, manifiesta: “Skrypnyk se consideraba como un par de Stalin, como un gobernante nacional independiente. Cuando debía viajar a Moscú, llevaba intérprete a pesar de que hablaba el ruso a la perfección. Trató a su vez, de establecer un protectorado cultural sobre las minorías ucranias en Rusia. Llegó a pedir incluso, la anexión a Ucrania Soviética de regiones fronterizas con mayoría ucrania”.

Posteriormente, Khvylovyj y Skrypnyk se suicidan, frente a las tremendas presiones a que se vieron sometidos y además desencantados por un sistema en el que creyeron profundamente. No fueron los únicos y los que no lo hicieron, terminaron fusilados, encarcelados o perdiendo la razón.

La violencia de las armas, los fusilamientos y asesinatos, las deportaciones masivas no logran dominar el espíritu nacional ni quebrar su resistencia.

Para lograr ese siniestro fin, da comienzo una ola de terror institucionalizado.

Prolegómenos de la hambruna

En 1928 Stalin es la personificación de la ley. Este administrador despiadado y eficiente, ha eliminado toda oposición dentro del Politburó.

Se pone en marcha un drástico plan quinquenal, pretendiendo transformar a la Unión Soviética, de sociedad rural atrasada en imperio industrial autosuficiente. En el mismo, la defensa militar es prioritaria pues se considera que el socialismo debe ser protegido de sus potenciales enemigos y es vital para lograrla, el concurso de la tecnología occidental.

Para solventar la compra de armamento y equipamiento industrial y además lograr el concurso de técnicos desde el exterior, Stalin se apodera del único recurso exportable: los granos.

Se decreta la colectivización obligatoria de la agricultura, por lo tanto, todas las tierras privadas, el ganado y los implementos agrícolas pasan a ser propiedad del Estado.

El campesino pasará a ser un obrero a sueldo.

A su vez, Stalin acomete contra el corazón y la mente: la Iglesia y los intelectuales. Se lleva a cabo un exterminio sistemático: cinco mil prominentes científicos, catedráticos, artistas y poetas que se destacaron durante el período independiente de Ucrania, son arrestados acusados de integrar una organización secreta que según los soviéticos, planeaba una insurrección armada. Hasta la Iglesia es acusada de participar en el supuesto complot.

Paralelamente al fortalecimiento del comunismo, se incrementa el nacionalismo ruso en toda la política de la Unión Soviética. La individualidad cultural ucrania dejó de tolerarse.

Los arrestos masivos continúan durante los años treinta. Millares de ciudadanos son arrestados, deportados y en fin, ejecutados.

Destruidas la Iglesia y la elite intelectual ucrania, la colectivización permitiría quebrar al campesinado que constituye el soporte del país.

En 1930 en Ucrania, sólo la Iglesia Ortodoxa Rusa queda en pie.

La liquidación de los “kurkuls”

Previendo una tenaz resistencia, Stalin ordena la liquidación como clase, de los kurkuls (o kulaks, en ruso), por estimarlos líderes potenciales de cualquier oposición organizada, además prohibe por ley brindar cualquier tipo de ayuda a los mismos, por haberlos caratulado como “enemigos del pueblo”.

Kulak es el rótulo bolchevique para designar a los campesinos pudientes. Se consideraba como tales a los que poseyeran más de diez hectáreas de tierra o que emplearan jornaleros.

La acción consistió en confiscar no sólo sus tierras, sino también todas las pertenencias.

Entre tanto, las cuotas de producción y los impuestos han sido aumentados de modo que exceden lo que los campesinos privados pueden cumplir. En consecuencia, el trigo queda abandonado en el campo sin cosechar. Los campesinos, desmoralizados por los excesivos impuestos y por la presencia de las tropas, responden negándose a trabajar. En contrario en las granjas colectivas los impuestos son tres veces más bajos.

En las ciudades, los obreros recibían como paga tarjetas de racionamiento, que consistían aproximadamente en un litro de leche y dos hogazas de pan por semana. Pero los campesinos, los granjeros, no podían conseguir nada en ningún lugar.

Al promediar el año ’32, las tres cuartas partes de todas las granjas ya han sido colectivizadas; para el mes de agosto se exigen nuevas cuotas de producción y otra cuota exorbitante es impuesta en octubre y una tercera a comienzos del ’33. Estas exigencias hacen imposible su cumplimiento.

Los ejecutores

Pavel Postyshev, brazo derecho de Stalin, que en el año 1925 partiera de Ucrania por discrepar con la política de Skrypnyk, es enviado a Ucrania con amplias facultades emanadas de sus superiores directos: Viacheslav Molotov y Lazar Kaganovich.

Llega con un ejército de la policía secreta para purgar las filas del partido y además con ciento doce mil miembros incondicionales del partido, para hacer cumplir con el máximo rigor la llamada “ley de protección de los bienes socialistas”.

Además de cumplir con las cuotas impuestas, había que almacenar granos para semilla y para alimentar el ganado y con el resto pagar a los obreros de las granjas. De resultas, el 80% de las granjas colectivas no llegan a pagar a su gente y otra ley impide a ésta buscar trabajo en otro lugar.

Ley del genocidio del pueblo ucranio

El 7 de agosto de 1932 se promulgó la “ley de protección de los bienes socialistas”, la que bien podría ser catalogada como “ley del genocidio del pueblo ucranio”.

Transcribimos el enunciado de la misma: “El rápido crecimiento del poder económico de la división socialista en agricultura, hace que los enemigos del estado socialista estén furiosos con rabia y con odio. Los remanentes de los elementos kulaks, están empleando todos los medios posibles para arruinarla, a fin de impedir el desarrollo y poderío de nuestro estado socialista. Un método muy habitual es el robo de bienes del Estado. Tomando en consideración todo lo antedicho, el Soviet Supremo de la URSS, ha decidido castigar todo robo de propiedad socialista, o de valor material, con 5 años de prisión en alguno de los campos de concentración y con la confiscación de todas las pertenencias del acusado y una pena mayor de ser necesario, para dar una medida más exacta de justicia social”

Al comienzo fue difícil interpretar el significado y alcances de esta “ley”. Esto se supo cuando los rusos la pusieron en práctica.

Despojados por el Estado, de las últimas onzas de granos por la consecuente recolección llevada a cabo con total meticulosidad, el pueblo quedó sin alimentos. Los granjeros salieron a los campos, ahora yermos, con sus familias, con el objeto de juntar restos de granos; pero brigadas de pioneros del Komsomol (Juventud Comunista), cuya empresa era proteger la “propiedad socialista”, los tomaba prisioneros y los entregaba a la “justicia” de la policía secreta.

Estos desdichados trabajadores, granjeros usurpados y desposeídos, eran llevados para su juzgamiento basándose en la fatídica ley.

El HOLODOMOR - Se desata el Apocalipsis

El hambre, comenzó en Ucrania en el otoño de 1932, cuando a los pobladores les fuera retirado cualquier resto de alimentos.

Pero ya a comienzos de 1933 adquirió proporciones inauditas. La población del interior fenecía, morían pueblos enteros. Los pobladores habían consumido todos los animales domésticos, comían la corteza de los árboles, arbustos, paja, en fin, todo vegetal masticable.

El testimonio de uno de los sobrevivientes: “Los rusos iban de casa en casa llevándose toda la comida que encontraban. Comenzaban por los granos, la harina, las remolachas, papas o habas que la gente guardaba en sus casas o sótanos. Pero sin confiar en la gente, registraban todo, cavaban en el piso, hurgaban en las paredes y en los hornos, destrozándolos a menudo. Así corrían de casa en casa quitándonos todo lo que pudiera ser comestible”.

Con la esperanza de salvarlos, los padres echaban a sus hijos del hogar, las madres los arrojaban en los trenes que partían hacia la ciudad.

En los pueblos desaparecían poblados enteros y aún en las calles de las ciudades aparecían cadáveres de campesinos que eludiendo el cerco impuesto, intentaron encontrar algún alimento.

Ante esta situación, se impone un sistema de pasaportes internos

Con esto se había ensayado el tendido de una segunda “cortina de hierro” dentro de la que ya rodeaba a la Unión Soviética y preparado el camino para la culminación de lo que sucedería una década mas tarde: El aislamiento total de un pueblo del resto del mundo civilizado para ser sometido al MAYOR GENOCIDIO de la historia contemporánea.

Hubo incontables casos de canibalismo; en algunos lugares hubo una verdadera cacería de niños por turbas de famélicos y enloquecidos desgraciados.

El partido comunista ucranio reacciona, solicitando la reducción urgente de las cuotas y el envío de ayuda. Stalin contesta que se quieren anteponer intereses locales al éxito del plan quinquenal y agrega cínicamente: “La lucha por el pan, es la lucha por el socialismo”. En tanto, Molotov se encarga de reclutar a familias campesinas de Rusia para ocupar los pueblos diezmados en Ucrania.

Al fin, el mismo Postyshev es destituido, bajo la acusación que de su equipo participaba un trotskista y es posteriormente fusilado por ello: Stalin ya tenía al responsable del genocidio.

La falacia informativa

La desinformación adquirió ribetes kafkianos, Los periódicos rusos traían noticias de hambrunas en Alemania y en otros países y los comparaban con el “bienestar” que se vivía en la Unión Soviética.

En distintos lugares del mundo, los parientes de las víctimas del hambre, expresan su protesta y organizan medidas de socorro. Ofrecen su ayuda comunidades ucranias de Bélgica, Francia, Suiza, Estados Unidos y Canadá.

El cardenal Innitzer desde Austria y el metropolitano Sheptytskij de la Iglesia Ucrania de Rito Oriental, desde Ucrania Occidental y el metropolitano Skrypnyk de la Iglesia Ortodoxa, desde Polonia, organizan acciones de ayuda. Pero los envíos son detenidos en la frontera.

La Cruz Roja soviética niega terminantemente la existencia de una hambruna y obviamente, las organizaciones internacionales se ven impedidas de actuar.

De entre los corresponsales extranjeros que no se amilanaron ante amenazas directas o que no se dejaron corromper por dádivas oficiales, citemos el testimonio del corresponsal del británico The Manchester, Malcolm Muggerdige: “No creo que los extranjeros se dieran cuenta suficiente del control absoluto llevado a cabo por las autoridades soviéticas sobre la prensa foránea. La censura actuaba de manera muy simple: al redactarse un mensaje había que llevarlo al departamento de prensa, o sea, la compañía de telégrafos no lo aceptaba si no estaba previamente visado. Si el texto no los conformaba no era emitido y cualquier reclamo era en vano.

Ante esa circunstancia envié mis artículos por valija diplomática como única alternativa, pero obviamente abandoné la Unión Soviética antes de su publicación.”

Pero por cada artículo sobre el hambre, se publicaban dos negándolo.

Muggerdige recuerda que el corresponsal más notorio en Moscú era el periodista Walter Duranty, ganador del premio Pulitzer: “Él fue, no sólo el mentiroso más grande de los periodistas que estaban en Moscú, sino que fue el mentiroso más grande de todos los periodistas que conocí en cincuenta años de la profesión”

En uno de sus artículos en The New York Times, resumió Duranty: “El autor acaba de completar un viaje en automóvil de 200 millas a través del corazón de Ucrania y puede decir positivamente que la cosecha es espléndida y todo lo que se diga acerca de la hambruna es ridículo”

La “ingenuidad” de Occidente

En una conferencia sobre cereales celebrada en Londres, los representantes soviéticos hacen ofertas para incrementar sus exportaciones de trigo de 400 mil a 1.400 miles de toneladas. Pocos pueden imaginar que un Estado exporte cereales a costa de la vida de su propio pueblo.

Pero la actitud de distintos gobiernos, aún bien informados por sus representantes diplomáticos, trataban la hambruna como asunto interno de la Unión Soviética, priorizando las relaciones comerciales con el objeto de paliar la crisis económica que atravesaban sus propios países.

Notorios simpatizantes del socialismo, salen en defensa de Moscú indignados por la crisis que afecta a distintos países de occidente. Desde Gran Bretaña lo hace George Bernard Shaw al frente de un numeroso grupo, desde Francia viaja el ex primer ministro Edouard Herriot y así otros más. Las recepciones en Ucrania, las visitas, los encuentros “espontáneos”, todo fue perfectamente escenificado y sirvió para los fines con que fue montado.

¿Cuál es la cifra real de víctimas?

Millones de ucranios morían en la hambruna creada artificialmente, mientras en tanto, desde todos los pueblos de Ucrania corrieron ríos de granos a los puertos marítimos y a los nudos ferroviarios de la Unión Soviética.

La Comisión del Congreso de los Estados Unidos como la Comisión Internacional de Juristas creadas a tal fin (integrada esta última también por el Dr. Ricardo LEVENE (h), ex presidente de la Suprema Corte de Justicia), dictaminaron en los años 1988 y 1990, que el número de víctimas por el hambre y consecuencias derivadas, sería como mínimo de SIETE MILLONES.

En la edición del año 1940 de la “Pequeña Enciclopedia Soviética” se puede verificar que en el censo de población de 1927, Ucrania tenía una población de 32 millones, doce años después, en 1939 solamente 28 millones. Evidentemente los cuatro millones de diferencia y el natural incremento de la misma que debería sumar entre 4 a 5 millones demuestra la trágica realidad del nefasto período: víctimas del hambre, matanzas y compulsivas deportaciones.

Aún así, estas cifras fueron indudablemente falsificadas por Moscú. En el año 1937 hubo un censo poblacional cuyas cifras no fueron difundidas. El responsable principal del mismo, el profesor Ptukha, miembro de la Academia de Ciencias de Kyiv, fue sentenciado en el ’38 a 25 años de cárcel por su “incompetencia” y su asistente el prof. Pustokhod, sentenciado a 15 años por el mismo “delito”.

Se realizó un “reestudio” y las estadísticas fueron ajustadas, para ser difundidas recién en el año 1939.

Conclusiones

Desde el Santo Padre, Parlamentos de distintos países, como lo hizo el Senado de la Nación Argentina, unieron sus voces en homenaje a las víctimas y en condena del genocidio.

Entre 1932 y 1933, en plena época de paz, mueren más de SIETE MILLONES de víctimas del hambre artificial, de resultas de una acción genocida planeada y ejecutada por la cúpula gobernante de Moscú.

Hoy no cabe ninguna duda que la hambruna de 1932-33 fue creada artificialmente y dirigida particularmente contra el campesinado, lo que para Ucrania, donde la composición campesina constituía el 90% de la población, resultaba una innegable acción anti-ucrania.

Este verdadero Apocalipsis cuyos alcances y profundidad son difícilmente accesibles para una serena evaluación científica, lo son aún más a la mera apreciación humana.

La hambruna de los años 1932-33 se emparenta con los crímenes contra la humanidad, como lo fueron el holocausto judío durante la segunda guerra mundial, la matanza de los armenios durante la primera guerra o la masacre de las poblaciones civiles en los campamentos. La humanidad conoce bien y desde hace tiempo sobre estas tragedias, pero la matanza de millones de ucranios, en sus propias casas, en tiempo de paz y mediante la terrible muerte por hambre, es hasta ahora algo casi desconocido en el resto del mundo. Éste ni se enteró en su momento de tamaña aberración y los centros de poder optaron por el silencio para no malquistarse con un régimen, por entonces, mimado por las potencias occidentales, en particular los Estados Unidos y Gran Bretaña.

Hasta el derrumbe de la Unión Soviética estaba terminantemente prohibido tratar esta tremenda cuestión y luego se la quiso relativizar con el apoyo de círculos interesados desde el exterior.

Declarada la independencia en 1991, el gobierno surgido en elecciones democráticas se encontró dentro de una economía desquiciada y con la tremenda herencia del desastre de Chornobyl, ambos motivos prioritarios de urgente atención y que persisten hasta hoy.

A su vez, la numerosa diáspora ucrania diseminada por el mundo, nunca poseyó los recursos suficientes para movilizar como correspondería los resortes de la masmedia internacional como para instalar en la mente y conciencia del mundo la aberración del genocidio sufrido por el pueblo ucranio.

Recordemos a la par, que la pérdida de vidas en Ucrania, durante la segunda guerra mundial ascendió a cuatro millones y medio.

Hay otros parámetros para evaluar la hambruna. Ésta destruyó por entonces al fundamento de la nacionalidad ucrania – el campesinado, asestando pérdidas irreparables al fondo genético nacional y desangrando al pueblo ucranio. Las consecuencias morales y genéticas de esas pérdidas son hasta ahora, inconmensurables.

Los culpables

Fueron organizadores responsables de la hambruna, los dirigentes del Partido Comunista de la Unión Soviética y del Partido Comunista de Ucrania, la estructura jerárquica de la policía secreta en sus distintas denominaciones y los ejecutores directos, los miles de activistas y miembros del Partido, quienes sin duda alguna obraban no sólo fuera de todo marco jurídico, sino además fuera de todo raciocinio.

Los hechos acaecidos en los años 1932-1933 deben ser debidamente evaluados por la opinión pública internacional y juzgados sus responsables.

Los organizadores y ejecutores del genocidio ucranio esperan su Nuremberg.

Juicio y sentencia reclama la propia vida, porque es sabido que el mal no castigado y el pecado no purgado, extienden su maldición sobre las generaciones futuras.

Compilación de Alejandro Cham – 2003, e-mail: acham4@hotmail.com

Holomodor, el hambre artificial

La muerte por hambre de más de diez millones de personas en Ucrania en 1932 y 1933 será recordada el próximo domingo, a las 15, en un acto litúrgico en la Catedral de Buenos Aires, en el que se rezará por las víctimas inocentes de ese crimen de lesa humanidad. Porque no se trató de un fenómeno natural producido por algún cambio climático en las tierras que han sido llamadas el granero de Europa. Fue un genocidio deliberadamente planeado por el gobierno soviético de José Stalin, que quitó manu militari a los campesinos ucranios todos los alimentos que tenían y los condenó a morir de inanición.

Holomodor (hambruna) es el término que los ucranios usan para recordar aquella masacre provocada por el régimen comunista, que quedó en el silencio. Ciertamente, es una palabra que ha trascendido poco fuera de esa comunidad; no es tan conocida como la Shoah , que designa la matanza de seis millones de miembros del pueblo judío por el régimen nazi.

En septiembre de 2005, el presidente de Ucrania, Víctor Yuschenko, dijo en la ONU que "el mundo debe conocer todos los crímenes contra la humanidad", en explícita referencia al sufrimiento de su pueblo.

Ayer al mediodía, en una entidad católica, en Ramón L. Falcón 3960, se recordó esa tragedia al presentarse la edición en castellano del libro Cazadores de tigres , del escritor ucranio Ivan Bahrianyi.

Si bien es una novela, publicada en 1946, toma como base las penurias que el propio autor pasó en Siberia; primero, como condenado a trabajos forzados, y luego, como prófugo. En 2005, la Unesco fijó el calendario de fechas memorables para 2006-2007, y junto a Wolfgang Amadeo Mozart, Sigmund Freud, Luchino Visconti y otros intelectuales, ubicó a Bahrianyi, nacido el 2 de octubre de 1906, por el centenario de su natalicio.

Presentó el libro el traductor al español, Miguel Vasylyk. El padre Luis Glinka comparó el relato con el de Solzhenitsyn en Archipiélago Gulag y señaló que "presenta el dolor de su pueblo en los campos de cautiverio, pero no se nota odio contra el enemigo". Y "en medio de peligros y de miserias humanas, en Siberia, rescata la presencia de Dios". Por la embajada de Ucrania asistió Oleksandr Kovtum, primer secretario.

En tanto, en estos días se trata en el Congreso una declaración por la matanza de un millón y medio de armenios, entre 1915 y 1923, en Turquía, país que está por recibir la visita papal. En septiembre, la Legislatura de Córdoba instituyó el 24 de abril como Día de Conmemoración del Genocidio contra el Pueblo Armenio.

En realidad, la matanza de un pueblo no siempre se da por el asesinato directo; en algunos casos, puede haber sido por extenuantes caminatas por el desierto, hambre artificial, falta de atención médica. O el impedir los nacimientos del pueblo que se desea exterminar. Quien haya leído la autobiografía del célebre psiquiatra vienés Viktor Frankl sabrá cómo el régimen nazi, neopagano, obligaba a abortar a las mujeres judías embarazadas en Austria.

En ocasiones, determinadas vacunaciones masivas han sido usadas para esterilizar sin consentimiento informado a mujeres, en la India o en el Perú de Fujimori. O se han condicionado créditos a cumplir determinadas políticas tendientes a evitar el crecimiento de una población. Esos temores han recrudecido al aprobar el Congreso, casi sin debate, la adhesión al protocolo del Cedaw, ante la evidencia de imposiciones que el comité de seguimiento intentó hacer a varios países, por no aceptar el aborto.

Y no deja de causar inquietud en ámbitos religiosos el tratamiento de un proyecto de ley que dispone la entrega gratuita de la píldora "del día después", a la que atribuyen efectos abortivos, en los mismos hospitales públicos donde tantas veces faltan gasas y los remedios más elementales para los enfermos.

jrouillon@lanacion.com.ar

http://www.lanacion.com.ar/cultura/nota.asp?nota_id=860387

LA NACION | 20.11.2006 | Página 11 | Cultura